11 de noviembre de 2011

Libro Inconcluso. Anónimo.



Estamos en hojas distintas de un libro por contar; historias diferentes mezcladas por la tinta de la vida. Y en esa mixtura, en esa fusión de nuestras páginas, de nuestros relatos, me encontré irremediablemente deseando conocer tu alma, vivir en ella. Poco me importaron las diferencias narrativas, tu prosa inmadura y tu argumento banal; y comencé a amar tu estilo, tu fraseo inocente. Mi tintero solo pensaba en escribir las mejores oraciones junto a las tuyas, en crear las mejores leyendas en tus páginas, que pasarían a ser nuestras, parte de nuestro cuento compartido. Desnudé en tus hojas la sensibilidad de mi argumento, expuse mi trama en tus inhóspitos párrafos.
Una lágrima azul cayó de mi pluma al descubrir que poco te interesaban el profundo amor de mis oraciones, mis buenas ideas argumentales y los gratos finales felices que pretendía narrar. Una atracción caprichosa por una desprolija caligrafía, por unas pocas hojas con bellas mentiras escritas con sangre, fue el abrupto final de una hermosa historia jamás contada...


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